Marian Vidaurri, economista y politóloga mexicana con 18 años de experiencia en política pública y en el ámbito multilateral, ha descrito realidades que suelen quedar fuera del debate institucional por conveniencia o incomodidad. Entre ellas, el alcance —y los límites— de las políticas de equidad de género en los organismos internacionales.
Desde su perspectiva, uno de los mayores obstáculos radica en transformar una cultura organizacional que, en múltiples escenarios, permanece marcada por el patriarcado y el machismo. Según la politóloga y doctora en relaciones internacionales Marian Vidaurri, que una mujer ocupe un cargo de alta responsabilidad no garantiza un cambio real. A menudo, la estructura permanece intacta y la inercia institucional termina anulando cualquier intento de transformación.
Este análisis se vuelve clave al revisar el funcionamiento de las burocracias internacionales. Aunque diseñadas sobre principios de igualdad y justicia, estas instituciones suelen resistirse a los cambios estructurales. Como destaca Vidaurri, funcionan con base en intereses políticos más que en los ideales que proclaman en sus mandatos.
Para Marian Vidaurri, la equidad de género significa crecimiento económico
Para la economista y politóloga mexicana, la mayor inclusión de mujeres en espacios de decisión trasciende las cifras estadísticas. Es un factor con un efecto directo en el desarrollo económico de las regiones, especialmente en América Latina. Cita un informe del Banco Mundial que señala cómo la participación femenina en el mercado laboral redujo significativamente la pobreza extrema en la última década. No obstante, advierte que los números no muestran la doble carga que muchas mujeres soportan: empleo dentro y fuera del hogar.
Otra reflexión relevante de la Dra. Vidaurri se centra en el debate internacional sobre cómo debe medirse el avance hacia la equidad de género. Desde su visión, no basta con contar cuántas mujeres llegan a cargos altos. También deben considerarse indicadores subjetivos, más difíciles de identificar, pero indispensables para entender el entorno laboral. ¿Cómo medir, por ejemplo, la discriminación implícita o el temor a represalias en casos de acoso? Son factores que casi nunca aparecen en los reportes oficiales, pero que condicionan de forma decisiva la experiencia profesional de muchas mujeres en organismos internacionales.
Una perspectiva cualitativa que Marian Vidaurri impulsa para renovar instituciones
Con este enfoque, Vidaurri recalca la necesidad de mecanismos institucionales que no solo recojan estadísticas, sino que analicen los entornos laborales con una visión cualitativa. Porque, como ha señalado a lo largo de su carrera, muchas prácticas discriminatorias no se detectan fácilmente, pero siguen profundamente arraigadas. Esas prácticas encubiertas frenan que las políticas oficiales se conviertan en cambios efectivos.
En este marco, Vidaurri ha criticado lo que denomina la trampa de la ‘doble cara institucional’: aquella que permite a las organizaciones impulsar programas externos con enfoque de género, mientras su interior sigue dominado por culturas machistas y excluyentes. Para ella, esta brecha entre discurso y práctica refleja una de las contradicciones más claras del sistema internacional.
En su experiencia, ha identificado ejemplos exitosos de integración del enfoque de género en proyectos implementados en el terreno, en especial en procesos de paz y en programas de fortalecimiento institucional. Sin embargo, advierte que el verdadero desafío no se encuentra únicamente en el diseño, sino en la coherencia de aplicarlos también dentro de las organizaciones ejecutoras.
Marian Vidaurri también ha puesto de relieve las barreras que enfrentan las mujeres para acceder a cargos de liderazgo en el sistema internacional. Los obstáculos —institucionales, culturales y políticos— no son recientes, pero se mantienen. En su análisis, el acceso a puestos altos sigue marcado por dinámicas de poder donde el cálculo político pesa más que el deber ser.
Las diferencias culturales entre regiones, comenta, también afectan el avance de la equidad de género. Los organismos internacionales, aunque integrados por países diversos, reproducen tensiones y contradicciones de sus miembros. Para Vidaurri, no es igual impulsar una agenda de igualdad en un entorno con fuerte tradición patriarcal que en sociedades donde la justicia de género está más consolidada.
Uno de los cambios más visibles en los últimos diez años —aunque aún superficial— ha sido, según la Dra. Marian Vidaurri, el cuidado en la representación pública. Hoy es poco común que las fotografías oficiales carezcan de presencia femenina, algo que antes pasaba inadvertido. La conciencia visual, promovida en parte por la presión de países donantes con políticas estrictas de equidad, es un avance. Pero, como subraya ella, las apariencias no son suficientes. La regla del «finge hasta que lo logres» no siempre se cumple y, en muchos casos, los gestos simbólicos no derivan en transformaciones internas genuinas y sostenibles.